El líder espiritual del budismo tibetano, el Dalái Lama, aseguró este martes que tendrá una nueva reencarnación, desafiando así la postura oficial del gobierno de China, que ha intentado controlar el proceso de sucesión del influyente monje.
Durante un evento transmitido desde su residencia en el exilio en Dharamsala, India, el Dalái Lama, de 90 años, afirmó que ya ha tomado decisiones sobre su futura reencarnación, y que éstas se comunicarán “en el momento adecuado”.
“Mi reencarnación continuará. Tengo total libertad espiritual para decidir cómo y dónde regresaré para seguir sirviendo al pueblo”, declaró el líder religioso.
Un gesto de resistencia simbólica
Las declaraciones del Dalái Lama representan un claro acto de resistencia contra el control del gobierno chino, que desde hace años sostiene que tiene autoridad para aprobar o rechazar al próximo Dalái Lama bajo sus leyes de asuntos religiosos. Beijing incluso ha sugerido que el sucesor del actual líder deberá ser aprobado oficialmente por el Partido Comunista.
Sin embargo, el Dalái Lama ha repetido en múltiples ocasiones que ninguna autoridad política tiene legitimidad para interferir en una tradición espiritual que ha regido por siglos en el Tíbet.
“Si el gobierno chino nombra a un sucesor, ese no será un Dalái Lama legítimo. Nadie puede forzar la reencarnación”, sentenció.
Tensión diplomática
China considera al Dalái Lama un “separatista peligroso” por su lucha por una mayor autonomía del Tíbet, a pesar de que el líder budista ha abogado por una vía no violenta y por una “autonomía significativa”, no por la independencia total.
En respuesta a sus palabras, medios estatales chinos han reiterado que la “reencarnación de lamas superiores debe cumplir con procedimientos históricos y religiosos establecidos bajo supervisión del Estado”.
El dilema de la sucesión
La incertidumbre sobre el futuro del liderazgo espiritual tibetano ha generado preocupación entre los fieles y en la comunidad internacional. Se teme que, al fallecer el actual Dalái Lama, pueda haber dos figuras rivales: una reconocida por el budismo tibetano en el exilio, y otra impuesta por el gobierno chino dentro del Tíbet.
Para evitar esta situación, el Dalái Lama no ha descartado romper la tradición e incluso ha sugerido que podría reencarnarse fuera del Tíbet o que no haya sucesor alguno si considera que su papel ya ha cumplido su ciclo histórico.