El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha ordenado al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) llevar a cabo «la mayor deportación masiva de la historia», enfocándose en ciudades gobernadas por demócratas como Nueva York, Los Ángeles y Chicago.
Trump argumenta que los inmigrantes ilegales generan delincuencia y caos, afectando negativamente la tranquilidad del país. Ha instruido a su administración a dedicar todos los recursos posibles para ejecutar este plan y revertir lo que describe como una “marea de migración destructiva”.
La medida ha generado protestas masivas en más de 2,000 ciudades bajo el lema «Día sin reyes», movilizando a más de cinco millones de personas. Estas manifestaciones, en su mayoría pacíficas, expresan el rechazo a las políticas migratorias de Trump y su percepción autoritaria.
A pesar de las preocupaciones sobre la escasez de mano de obra en sectores como la agricultura y la hostelería, Trump exige acciones más severas contra la inmigración irregular. Su administración ha elevado la meta de detenciones diarias a 3,000 frente a las 650 actuales.
La implementación de esta política ha generado controversia y preocupación entre defensores de los derechos humanos, quienes advierten sobre posibles violaciones a las garantías constitucionales y el impacto en las comunidades de inmigrantes.
Se espera que las tensiones entre el gobierno federal y las administraciones locales continúen en aumento a medida que se lleva a cabo este ambicioso plan de deportación.