¿Cómo opera la “patrulla espiritual”?
En los últimos meses, se han vuelto virales en redes sociales los videos de la llamada “patrulla espiritual”. En estos, un grupo de personas en una camioneta van recorre las calles en busca de personas con problemas de adicción, a quienes abordan con una mezcla de humor, frases populares y, finalmente, los suben a la fuerza al vehículo para llevarlos a un anexo de rehabilitación.
La cara visible de esta patrulla es Jesús Ignacio, alias “El Chiquilín”, quien mide casi dos metros y suele bromear con frases como: “Buenas noches, hermosura, ¿cómo estás? Coqueto, ¿nunca te habían dicho que eres un tazo dorado?”. Con su carisma y lenguaje coloquial, atrae la atención de las redes, lo que hace que sus videos generen miles de visualizaciones en TikTok y Facebook.
Acompañado de un equipo de casi una decena de personas, “El Chiquilín” y sus compañeros toman a personas en evidente estado de alcoholismo o drogadicción y los llevan, sin su consentimiento, a un anexo. Estos anexos, que funcionan con condiciones que se asemejan a una prisión, buscan mantener a los internados alejados de cualquier sustancia adictiva por semanas o meses. La dinámica de los videos y su tono humorístico han provocado reacciones mixtas, desde críticas hasta apoyo por parte del público.
Sin embargo, la “patrulla espiritual” también ha generado preocupación entre expertos y activistas, quienes señalan que estos métodos trivializan un problema mucho más profundo. A medida que las adicciones y la falta de apoyo familiar llevan a cada vez más personas a vivir en las calles, los métodos de esta patrulla, aunque bien intencionados, ponen en duda la legalidad y ética de la «rehabilitación» forzada.
Estos videos y prácticas también revelan un enfoque problemático en la rehabilitación, pues los anexos suelen tener condiciones severas, y en algunos casos se imponen con argumentos religiosos. Aunque la intención de la patrulla es «reintegrar a las personas a la vida productiva», sus métodos y la exposición mediática que reciben son objeto de debate y reflejan la falta de opciones adecuadas y respetuosas para tratar el problema de las adicciones.