La noche del 22 de agosto de 2010, un grupo de migrantes de Centro y Sudamérica que viajaba en camionetas hacia el norte de México fue interceptado por sujetos fuertemente armados. Estos hombres, quienes se identificaron como miembros del grupo criminal Los Zetas, ofrecieron a los migrantes un ‘trabajo’ en su organización. Ante la negativa de los viajeros, quienes buscaban el ‘sueño americano’, los delincuentes respondieron con brutalidad: cada uno recibió un disparo en la cabeza. Así, 58 hombres y 14 mujeres se convirtieron en las víctimas de lo que hoy conocemos como la Masacre de San Fernando, Tamaulipas.
El año 2010 quedó marcado en la historia de México como uno de los más violentos, en gran parte debido a la ruptura entre Los Zetas y el Cártel del Golfo, así como a la guerra entre el Cártel de Sinaloa y el Cártel de Juárez. Esta ola de violencia trajo consigo un derramamiento de sangre en las fronteras de Chihuahua y Tamaulipas.
Los Zetas, enfrentados con sus antiguos aliados, necesitaban nuevos reclutas para continuar su lucha. Se cree que, en su desesperación, recurrieron al secuestro de migrantes, obligándolos a elegir entre morir o unirse a su guerra. Según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en 2010 se registraron aproximadamente 20 mil secuestros de migrantes en México.
Tras interceptar las camionetas, los criminales ataron las manos de los migrantes y los llevaron a una bodega abandonada en el ejido El Huizachal. Allí, les exigieron dinero, pero los migrantes, tras un largo viaje, no tenían nada. Luego les ofrecieron unirse a su organización, pero los migrantes se negaron. Luis Freddy Lala, un ecuatoriano que sobrevivió a la masacre, relató: «Sólo recuerdo que se escucharon los lamentos y las súplicas de algunas de las personas que estaban ahí; luego oí disparos y cuando terminó todo y se fueron me levanté para pedir ayuda».
Fredy, herido de bala en el cuello, caminó varios kilómetros hasta encontrar ayuda. Mientras sus compañeros eran asesinados, él fingió estar muerto hasta que los agresores abandonaron el lugar. No iba solo; con él caminaba Noé, el segundo sobreviviente. Después de caminar juntos por un tiempo, ambos se separaron. Fredy logró llegar a un puesto de la Secretaría de Marina, quienes rápidamente se movilizaron y el 24 de agosto de 2010 encontraron la bodega con los cuerpos de los 72 migrantes.
La Masacre de San Fernando atrajo la atención internacional hacia Tamaulipas y desató una intensa movilización de las fuerzas de seguridad en la región. Además, desencadenó la apertura de numerosas investigaciones tras las denuncias de personas desaparecidas cerca de la frontera con Estados Unidos.
Durante estas investigaciones, el 24 de marzo de 2011, el soldado José Antonio Huarache Julio, destacado en Reynosa, pidió permiso para trasladarse a la Ciudad de México con motivo de su boda. Marcela Turati narra en su libro San Fernando: la última parada que Huarache Julio se casó el 26 de marzo y, el lunes 28, tomó un autobús de regreso a Tamaulipas. Sin embargo, el autobús fue secuestrado mientras cruzaba San Fernando. La desaparición del soldado llevó a sus superiores a ordenar un despliegue masivo de elementos en la zona. Esta búsqueda resultó en el hallazgo, el 1 de abril de 2011, de 48 fosas clandestinas que contenían los cuerpos de 196 migrantes de diferentes nacionalidades.
Hoy, casi 14 años después de la Masacre de San Fernando, la Fiscalía General de la República (FGR) ha anunciado que 11 exintegrantes de Los Zetas han sido condenados a 50 años de prisión por su participación en los hechos ocurridos entre la noche del 22 y la madrugada del 23 de agosto de 2010.