El estado de Rio Grande do Sul se enfrenta a un desafío titánico y a contrarreloj mientras autoridades y vecinos trabajan incansablemente para evitar una tragedia aún mayor. Las imágenes son desgarradoras: calles anegadas, casas apenas visibles bajo el agua y una ciudad moderna como Porto Alegre, la capital, completamente inundada. Cerca de 60 personas han perdido la vida y unas 70.000 han sido evacuadas debido a las inundaciones sin precedentes que azotan la región.
El río Guaíba, que atraviesa la ciudad, ha alcanzado un nivel alarmante de 5,09 metros, superando el récord histórico establecido en 1941. Las aguas continúan avanzando sobre la metrópoli y cientos de otras localidades, mientras las cifras de afectados siguen en aumento. Más de un millón de hogares se encuentran sin agua y la destrucción es incalculable, según la Defensa Civil.
Entre las miles de víctimas del desastre se encuentra Rosana Custodio, una enfermera de 37 años, quien relata su pesadilla tras verse obligada a abandonar su hogar en Porto Alegre debido a la inundación. Después de vivir momentos de desesperación, se refugió con su familia en un refugio, habiendo perdido todo lo que poseían.
El gobernador Eduardo Leite calificó la situación como «dramática» y «absolutamente sin precedentes». Este domingo se prevé como un día crucial para las operaciones de rescate, mientras la solidaridad y el esfuerzo conjunto buscan aliviar el sufrimiento de miles de personas atrapadas por las aguas.
La magnitud del desastre requerirá un esfuerzo de reconstrucción comparable al Plan Marshall, declaró el gobernador Leite, aunque la atención inmediata se centra en asegurar el abastecimiento de alimentos y mantener la cadena productiva en un estado agropecuario vital para Brasil.
Porto Alegre se encuentra prácticamente sitiada, con rutas cortadas y servicios esenciales interrumpidos. El aeropuerto internacional ha suspendido sus operaciones, mientras que la electricidad va desapareciendo en algunas zonas. El número de desaparecidos asciende a 74 personas, y la situación se agrava por el aislamiento de ciertos municipios.
Las causas de esta tragedia se atribuyen al cambio climático y al fenómeno de El Niño, que han exacerbado las lluvias y otros eventos extremos. Porto Alegre, ubicada en una confluencia de cursos de agua, ha sufrido las consecuencias devastadoras de esta combinación catastrófica.
Aunque las lluvias han comenzado a amainar, el peligro persiste, con el riesgo de deslizamientos de tierra y más cortes en las rutas. La solidaridad y la acción coordinada se vuelven esenciales en la lucha contra una calamidad que ha golpeado implacablemente a Rio Grande do Sul y a sus habitantes.